PRIMERA PARTE
Son ya unos veinte años que vivo con Wilma. Son muchos años juntas y desde hace tiempo quiero rendirle homenaje públicamente porque en estos años, Wilma me ha enseñado muchas cosas y le estaré eternamente agradecida. También ha sido una gran maestra para cientos de personas. Wilma sigue trabajando, cuando ella quiere. Siempre que pide para entrar a pista es porque tiene algo importante que contarle a uno de mis clientes o alumnos.
En sus papeles ponía que tenía 12 años cuando se compró, con lo cual ahora debería tener 32. Pero, tanto mi dentista equina Matilde Duch, como mi amiga Lucy Rees, están de acuerdo en que tiene muchos, muchos más. Wilma anda por los más de cuarenta años. Casi no tiene dientes y la alimento con papillas desde hace mucho. No es el primer caballo que tengo que supera los cuarenta.
Wilma tiene su historia:
Llegó por un anuncio en la revista Segundamano. Wilma había sido entrenada para la doma vaquera. Su primera dueña competía con ella casi cada fin de semana, y por lo poco que vi, de una manera bastante agresiva. Cuando llegó a casa de mi padre, donde vivió sus primeros años, su comportamiento era siempre distante y demostraba poco o ningún interés por la interacción con los humanos. Sin embargo, era una yegua fiable y cumplidora, pero sin entrega emocional. Simplemente no le interesaban los humanos. Se había vinculado mucho a Miguelito, un caballo Peruano de Paso de mi padre. Allí vivió muy feliz y, por primera vez en su vida, se le permitió ser caballo: vivir libre en 3 hectáreas de prado con su amigo Miguelito. Yo la visitaba cada semana ya que vivía muy cerca, y por aquel entonces montaba mucho.
Un día me llamó Lucy contándome que había un caballo de unos 20 años - un trotón francés - que habían rescatado ella y Juan Araquistain (Natural Hipic). Hacía tiempo que vivía en una cuadra diminuta, con porquería hasta las rodillas. Sus dueños se habían separado, dejaron de pagar la manutención del animal y, por ende, los cuidados de la hípica fueron disminuyendo notoriamente. Estaba en los huesos. Se llamaba Quid y acabó en nuestra casa. Quid vivía en el jardín y siempre buscaba nuestra compañía. Abría la puerta de casa, que daba directamente al salón, y veía la TV con nosotros. Era un personaje y muy cariñoso.
Al tiempo, yo y mi pareja, decidimos comprar un terreno en otra población con la intención de construir una casa y traernos a los caballos. Allí colocamos una caravana donde pasábamos los fines de semana y vacaciones. Llegó el verano y Wilma y Quid se vinieron con nosotros para que se conocieran. Wilma regresó con nosotros al finalizar las vacaciones y comenzó a desarrollar una alergia cutánea severa. Fue el comienzo de muchos años de tratamiento de todo tipo: tradicionales y holísticos. La traté con medicina ortomolecular, homeopatía, flores de Bach, acupuntura, vacunas personalizadas, cremas, potingues, reiki y un largo sin fin. Mandaba a por remedios a Inglaterra y USA. Wilma trituraba las mantas anti-moscas especiales que le compraba en Inglaterra, en horas. A veces reaccionaba bien con los tratamientos, y otras no.
Su condición empeoró incluso habiéndonos trasladado ya a nuestra nueva casa. Hay muchos colucoides (diminuto insecto cuya saliva provoca el picor) a consecuencia de estar al lado de una riachuelo. Nada funcionaba, y Wilma llegó a rascarse tanto las orejas que se le infectaron severamente casi acabando con su vida. Pero se recuperó, aunque perdió la musculatura casi por completo. Volví a probar la vacuna personalizada y comenzó a mejorar pero solamente durante unos meses. Era un ciclo que no se rompía.
Los años de tratamiento habían tenido su efecto en nuestra relación. Mis bolsillos siempre tenían algún medicamento que le tenía que poner, inyectar o dar. Comencé a buscar diferentes maneras de "estar" cuando tenía que aplicarle o suministrarle algún tratamiento. Descubrí que pensando en algo totalmente ajeno a mi intención final daba buenos resultados, y por lo menos acortábamos el tiempo de negociación. La relación con Wilma se convirtió en una negociación constante de cada paso que se daba: la cabezada, atarla, ponerle el tratamiento … Finalmente, con el tiempo, comencé a tener cierta maestría en las negociaciones y a estar muy presente durante éstas. En el momento en que se me pasaba por la cabeza "voy a ponerle" ella lo percibía y se iba. En cambio, si mi mente estaba en modo "estoy", sin dejar que el futuro inmediato invadiera mi pensamiento, ella permanecía quieta hasta que comenzáramos la siguiente fase. Wilma me lee de tal manera que a veces da hasta miedo!
Aqui debo añadir qué tipo de personalidad tiene Wilma. De joven había sido muy mandona. Su relación con el caballo al que se vinculaba era de empujarlo constantemente. Ella tomaba la decisión de donde y cuando había que moverse y empujaba desde atrás hasta conseguir lo que quería. El problema es que Wilma cambiaba de decisión constantemente por lo que se pasaba el día moviendo al compañero. Así se relacionó durante muchos años con Quid y con Miguelito. La de kilómetros que han caminado debe ser formidable, y en gran parte, esta actividad la mantuvo a ella y a sus amigos en optimas condiciones ya que los tres eran el grupo geriátrico de la manada. Quid falleció por causas naturales y Wilma se quedó con Miguelito. Miguelito aprendió que se podía escapar de ella metiéndose de noche en el bosque sólo donde a ella no le gustaba ir!
SEGUNDA PARTE
Hace ocho años, después de muchos días de lluvia intensa, que mantuvieron a Wilma y Miguelito en el cobertizo por sus problemas articulares, finalmente salió el sol, y aproveché para que ambos salieran al prado. Al cabo de unos instantes, como era de esperar, se revolcaron los dos pero, Wilma se revolcó tan cerca del hilo eléctrico - que por suerte estaba apagado - que sus patas se enrollaron dejándole inmóvil. Entró de inmediato en un estado catatónico a causa del shoc que le produce a un caballo encontrarse indefenso tumbado en el suelo ("causado por una subida fuerte de la beta endorfina, morfina producida por el cerebro cuando estamos en un estado de shoc. También hay una subida fuerte de cortisol, que significa que el animal está altamente estresado". - Lucy Rees).
Me tumbé a su lado, acariciándola y hablandole suavemente mientras mi compañero corría a buscar algo para cortar el hilo. Después de liberarla, Wilma permaneció en este estado varios minutos. Poco a poco comenzó a "despertar" de su hipnosis y se incorporó. Hasta ese momento, y después de 11 ó 12 años de convivencia, nuestra relación cambió. Siempre respeté que Wilma fuera distante y poco dada a la interacción con el humano. Habíamos encontrado un equilibrio, pese a mis bolsillos llenos de algo que la curaba, y nos relacionábamos siempre hasta donde ella quería - al menos que tuviera que medicarla. Pero, incluso en esos momentos, habíamos llegado a un entendimiento que se produjo por mi comprensión de hacer las cosas a tiempo caballo. Después de ese día, Wilma me buscaba. Pedía estar conmigo. No hay palabras para describir lo que se siente cuando después de tanto tiempo la relación con aquel animal al que has cuidado y has tenido que manejar contrariamente a su voluntad se convierte en una relación armoniosa y fluida. Wilma ya no era mi caballo; yo era su humano.
Wilma seguía entrando y saliendo de sus crisis de alergias. Con un botiquín lleno, siempre atenta a las novedades del mercado y años de experiencia, iba manteniendo su condición dentro de los parámetros aceptables. Fueron pasando los años y Miguelito falleció también. La muerte de Miguelito, a priori, no supuso un cambio drástico en la manada más allá de lo que suele suceder cuando un miembro desaparece. Al cabo de un tiempo Wilma comenzó a relacionarse mucho con Tsaheylu, un caballo Apalloosa jóven. Pero, en esta relación cambió algo. Por primera vez Wilma no empujaba desde atrás; seguía. Tsaheylu no es un caballo que soporte bien la presión y Wilma tuvo que relacionarse con él de otra manera a la que venía haciendo durante años. En esta ocasión le tocaba a ella seguir.
Por arte de magia su alergia fue remitiendo hasta casi desaparecer. No había ninguna causa aparente que determinara qué había podido ser el detonante de este espectacular cambio. Su crin comenzó a crecer, así como el pelo en el nacimiento de su cola. Hasta su flequillito apareció de nuevo. Su aspecto mejoró impresionantemente. Después de más de 14 años de tratamientos y probando todo lo que estaba a mi alcance, Wilma estaba fenomenal. Era una incógnita que recibí con toda la alegría posible. Mi abuelita ya no se rascaba frenéticamente y estaba tranquila siguiendo a su Tsaheylu a todas partes y disfrutando de su gente (la manada) y de la vida tranquila que intento ofrecerles a mis caballos.
Lucy Rees vino a casa, como suele hacer casi cada año. Lucy había vivido la trayectoria de Wilma conmigo y me había dado muchas buenas recomendaciones. Son muchos años ya de amistad. Al explicarle el enorme cambio de Wilma, se tomó unos momentos para reflexionar y me contestó con ese tono de "sentido común" con el que se comunica y que es tan característico en ella: "Pues claro! Ya no está estresada por tener que empujar. Ahora solo tiene que seguir."
De repente se hizo la luz. Desde que Wilma llegó a mi vida siempre se había vinculado con caballos a los que empujaba: Quid y Miguelito. Cuando se encontró con un cambio en su vida al vincularse a Tsaheylu, que no le permitió seguir este modus operandi, Wilma comenzó a saborear el descanso que supuso para ella seguir. Sus niveles de estrés bajaron y por ende su alergia desapareció casi por completo.
Wilma tiene más de cuarenta años, toda una vida para un caballo. Para su edad está fantástica. Alguna vez ha tropezado y se ha caído. La ultima vez que sucedió se pasó más de 4 horas tumbada y ni las 13 personas que conseguí reunir para levantarla fueron suficientes para ponerle de pie de nuevo. Al final llamé un vecino que vino con un tractor y la levantamos. Al momento en que consiguió restablecer su equilibrio de nuevo se dirigió rápidamente al desayuno que no había tomado! De esto hace tan solo un año.
Este es un homenaje a Wilma: un ejemplo de fuerza y de ganas de vivir por encima de todo. Su aspecto raro, que a la vez es enternecedor, y su condición de "enferma incurable" le han valido un lugar especial en muchos corazones, especialmente a una clienta que vino desde Minnesota, con un cáncer terminal, para tener una sesión con Wilma.
Doy las gracias por tener el privilegio de tenerla en mi vida. Nadie me ha enseñado más sobre la paciencia, la presencia y sobre mi misma que Wilma. Gracias abuelita.